Es muy frecuente confundir los sentimientos con las emociones ya que son inseparables, pero no son lo mismo. Los sentimientos añaden una valoración consciente. Es decir, aparecen una vez han aflorado las emociones que nos desencadena un acontecimiento.
Rara vez se trata el proceso de la transformación digital desde el punto de vista de la gestión emocional y de los sentimientos. Y menos aún se busca conectar el modelo de negocio con algo tan intangible y complejo de medir. Pero no contar con las emociones es despreciar el motor que mueve las decisiones. Y si hay algo que caracteriza un proceso de cambio es su presencia constante y protagonismo.
Si pudiéramos realizar la radiografía de una decisión, observaríamos que su papel es determinante como elemento que desencadena la acción. De no existir, el proceso de decidir se reduciría a un bucle infinito de argumentos a favor y en contra. Una ruleta que giraría pero que no avanzaría. Podríamos decir que lo que mueve en última instancia una decisión son las emociones.